miércoles, octubre 17, 2007

miércoles, octubre 10, 2007

De los pueblos del norte al mítico Harlem


Mis amigos Matt y Charlotte fueron los mayores patrocinantes de mis vacaciones en Manhattan. Incluso, ante problemas presentados con Cadivi, realmente salvaron mis vacaciones de entrada. Ellos viven en el norte de Manhattan, en un sector que posiblemente muchos ni han visto en el mapa, como yo hasta el momento que me dijeron, y se llama Inwood. Para cosa curiosa por el sector fue donde aquel visionario holandés compró a los nativos de la zona por una pírrica paga la isla de Manhattan (vi la placa, más no el documento de compra jejeje).
Esta es una zona tranquila con mucha presencia de dominicanos. Parques y tranquilidad, es como no estar en NYC. Más abajo otros sectores donde confluye más la presencia latina y tiendas con nombres en español y palabras más comunes, como chicharrón.
En general, en cualquier zona más de los suburbios es super común el español que cambia a inglés con velocidad estrepitosa.
Cuando te bajas del Subte en la 125 inicia otro estilo y muy marcado. Parece que un hip hop comenzara a sonar de alguna parte, pero los beats de ese estilo parecen marcar el caminar, el hablar y el ritmo de uno de los barrios más emblemáticos: Harlem.
Acá, como el Chinatown, de pronto todo el mundo se vuelve negro y uno sobresale aunque no lo quiera. El look basquetbolista es común, así como los afros.
No hay tantos graffittis como uno lo ve en pelis, o puede ser que no en las calles principales, pero no quise aventurarme más allá de los terrenos que yo mismo demarqué como seguros. Tiendas de todo tipo abundan en la 125 y turistas aprovechan para “mezclarse” entre los locales y adquirir cosas a mejor precio que en otros concurridos centros.
El barrio latino o East Harlem es menos peculiar que su vecino pero se puede hablar español con cualquiera. Mientras tanto el hip hop sigue sonando en mis oidos.

Free your mind… en Manhattan


Si algo puedo destacar de Manhattan es que a la gente no le gusta ocultar nada, ni siquiera el cuerpo. A no ser por una casi desencajada mujer vestida con Burka negra que me encontré un día en el Metro, me doy cuenta que la gente no come cuento en esta ciudad para quitarse los trapos o mostrar lo que tiene sin reparo.
Desde la publicidad que anuncia cosas que jamás recordarás sino que aparece un o una modelo sin ropa.
Esta ciudad es la cuna de la liberación en cualquier acepción. Si bien la vida gay se concentraba en Washington en los alrededores del Dupont Circle, acá existen supuestas zonas de tolerancia que relamente han sido más que rebasadas por la población homosexual. Ya el Village no luce tan gay como en los tiempos del Stonewall, pero la comunidad está ampliamente diseminada por la mayoría de los sectores de la ciudad, encabezados por Chelsea.
En la octava, bares, discos y tiendas especializadas son demandadas por este público.
Lo que descubrí es que todo el mundo puede hacer lo que quiera, siempre y cuando esté permitido por las leyes.
Ni hablar de la gente que aparece vestida como si fuera al otrora famoso Studio 54, con botas extravagantes, vestidos brillantes, pelucas, gorros, maquillaje excesivo, lo que sea.
Amén de quienes corren, patinan o montan bicicleta por el Central Park, que no se reconocen precisamente por usar la mayor cantidad de ropa.
No hay un New York Style, cada quien tiene su estilo en Nueva York.

De cómo no me encontré a los Village People


Una de mis ensoñaciones era que al entrar a Greenwich Village me conseguiría en una esquina con aquella popular banda de los ochenta Village People cantando en una esquina alguno de sus temas, mientras musculosos motociclistas vestidos de cuero, dignos de Tom of Finland, se meterían mano sin piedad por los alrededores. Pero no fue así.
A no ser por algunas típicas sex shops y una exótica tienda de fetiches, el Village luce más calmado por estos días. Ante el auge de los derechos homosexuales y el aumento del costo del sector, muchos han migrado a otras zonas. De resto, Washington Square, icono del barrio, tiene un ambiente más bohemio, universitario y con actuaciones de grupos religiosos que le dan un toque de diversidad.
Pero más arriba en el mapa, el renovado sector de Chelsea alberga una buena parte del clima gay de la ciudad. Más tiendas, discos, restaurantes y sobre todo muchos homosexuales caminando por todos lados, me hizo notar que esta zona es ahora mucho más de tolerancia que su predecesora. Chicos tomados de la mano, musculosos que conversan en extrema cercanía, son algunas de las cosas que se ven por acá.
Pero Chelsea, aunque muy fashion por el momento, carece de atractivos turísticos como el también olvidado East Village, por el que pasé, vi y seguí.
Buscando imágenes de la ciudad como tal me encontré el todavía destacable Flatiron, que fuera el edificio más alto en su momento con 22 pisos, y aún presencia la intersección de la inefable Quinta Avenida con la extensa Broadway.

También se habla inglés


Si bien en esta ciudad uno puede conseguir personas hablando en cualquiera sea su lengua nativa, es un hecho inocultable que los latinoamericanos se han apoderado de la ciudad en todo sentido.
Sin embargo, en mi experiencia propia, los latinos no nos reconocemos entre nosotros mismos y no es hasta un rato de palabras que terminamos preguntando casi tímidamente: hablas español, verdad?
Como me dijo el taxista (dominicano y 27 años en NYC) que me llevó del JFK al hotel: aquí lo que hay que preguntar es quién habla inglés.

Chinatown y Little China, perdón, Italy. También Soho


Debo decir que últimamente un sentimiento de invasión se apodera de mi cuando pienso en los chinos. Creo que son tantos que ya no caben en ninguna parte y además parecen multiplicarse vertiginosamente.
Cuando subes del distrito financiero y pasas todas las cortes de Nueva York, empiezas a ver que todo empieza ponerse más recargado y los ojos de los transeúntes se tornan cada vez más rasgados, ahí es cuando de pronto pluff y estás como en un populoso barrio chino. Tiendas con turistas por todas partes, todo made in China (nunca mejor dicho). Pero el exceso de gente, el calor y la no existencia de alguna atracción específica me aleja de esas calles, sin embargo, mi sopresa fue mayor al ver que donde se supone inicia la Pequeña Italia sigue la presencia china, de ahí mi reflexión inicial.
Según cuentan, los italianos tradicionales del sector prefirieron huir a otros sitios más acomodados por lo que los chinos han encontrado más espacio. Pero aún en La Pequeña se respira un ambiente italiano, el idioma aparece y algunas buenas pizzerías se pueden conseguir, pero no mucho más que eso.
Por lo que ante la falta de opciones me enfilo hacia el oeste y me encuentro con Soho (South of Houston), ya que existe una zona Noho (norte de Houston), pero el Noho está más con los edificios de la Universidad de Nueva York.
Apenas entro a Soho, veo a una morena hermosa y altísima que luce como quien acaba de salir de una pasarela. Bolsa en mano, la imagino de compras y lista para ir a medirse ropa de algún diseñador.
Lo fashion se apodera del ambiente. Muchos barcitos y restaurantes aparecen llenos de “gente bella” y savoir faire. También destacan las galerías, hay una cuantas y existe una plaza cubierta por unas especies de anillos blancos que me recuerdan más bien al Hula-Hop de Enrique y Ana, pero blancos. En esa plaza hay performances todo el tiempo.
Me dedico a ver algunas tiendas y el clima es de “consuma”, con gente cargando bolsas de todas las tiendas como si fueran de Pepeganga.
Las tiendas te invitan a entrar, desde Apple hasta la editorial alemana Taschen. Todo mucho color y estilo, mucho dinero y tarjetas de crédito enratonadas. Yo, mejor me retiro.

Caras vemos… y de muchos colores


Si bien Washington era una especie de panacea de la belleza, Nueva York resulta una combinación explosiva de orígenes y razas. Acá no sólo está presenta la estética típica (americana, griega) sino que las etnias confluyen creando sugestivas maneras de conquistar la vista.
Arabe con negro, negro con asiático, asiático con latino, cualquier mezcla es posible conseguirla por estos lados. Resaltan especialmente los asiáticos con look occidental. Pero también es una cosa no sólo de belleza sino de agresividad, o de sensualidad, o de actitud. La gente es muy diferente y muy exótica acá.
La ciudad es un todo muy diverso y lo demuestra en cada zona. Acá no se puede hablar de que en tal sector está la gente más bonita o en aquel la más fea. Desde el distrito financiero hasta Inwood (en el norte) se puede conseguir el deleite perfecto para los ojos (de hombres y mujeres).
Sin embargo, existen las zonas más “posh”, como dice mi dulce amiga Charlotte, que son Soho y el Upper East Side, donde consigues esa gente con pinta de modelo de pasarela y ese ambiente top fashion que te hace sentir en la semana de la moda o en un comercial de Calvin Klein.
Los cuerpos también vienen a la carta. Desde esculpidas esculturas de gimnasio, hasta algunas barriguitas y cauchitos, pueden encontrar su punto atractivo en algunas buenas actitudes de Nueva York. Para mayor suerte, los obesos que inundan Washington no se les ve mucho por acá o son minimizados por la cantidad de gente.

De La Bolsa a Staten Island (o la estatua para pichirres)


Una de mis grandes preocupaciones cuando arribé a NYC era que no desaparecieran mis dólares sin siquiera notarlo y como acá casi hasta aire se paga, hay que agarrar la cartera como el Doctor Chapatín hacia con su bolsa de papel.
Sin embargo, para aquellos que no deseamos pagar al menos 12 dólares por ir a ver La Estatua de la Libertad, el ferry de Staten Island es una verdadera opción. Obvio que no desembarca en la isla de la señora de la antorcha ni se para cerquita para que los vivos nos aprovechemos pero pasa lo suficientemente cerca como para decir: aquí estuve (y sacarse la impelable foto).
Pero si la estadía en Staten Island se les hace monótona y no desean, como este servidor, quedarse un rato en el malecón divisando Manhattan, pueden regresar rápidamente y caminar por donde se mueve una muy buena parte del dinero que circula en este planeta. Desde el edificio de la Fed hasta la Bolsa de Nueva York el hacinado distrito parece moverse a mayor ritmo que el resto de la ciudad. A mi no me interesó ver a los corredores cayéndose a golpes en la rueda así que ni me molesté en entrar.
Las calles son angostas y los edificios muy altos así que mucha sombra se puede conseguir, de resto, puro rascacielos. Cuidado con el cuello y los mareos.
Un paseo que vale la pena e hice fue a los viejos muelles. De ahí se divisa el puente de Brooklyn y algunos veleros anclados en el puerto.
Pero lo que si me pareció impelable (como a las millones de personas que pasan por ahí) fue sacarme la foto con el toro de Wall Street, ese que fue puesto como representación de la prosperidad. Luego de esperar que un autobús repleto de turistas me acerqué y pedí a una pareja de chicos intercambiaramos roles de fotógrafos para pasar a la posteridad. Digan “neceser”.

Olores de Nueva York


Para empezar a hablar de NYC lo primero que viene a mi son las reminiscencias de aromas, olores y hedores de la metrópolis, llegar a Manhattan es preparar la nariz para una experiencia tan frenética como el mismo ritmo de vida de la ciudad.
Times Square es la menos afortunada, ya que el humo y la basura ayudan a perturbar un poco el olfato a pesar de la experiencia sensorial que supone llegar al centro de la capital del mundo.
Las esencias orientales se diluyen a lo largo de las congestionadas avenidas de la isla gracias a los vendedores ambulantes de comida de India. Pero el olor del pan y de la pizza también constituye un deleite de quienes pasean, mientras la comida thai, tan cara por Caracas, acá es demandada y con excelentes precios.
Por el olor de la comida me recuerdo que en general comer en NYC es caro y me refiero a comer un plato de comida normal. Los delis y su oferta de sadwiches y torticas abunda y es lo más accesible al bolsillo si no quiere morir en McDonald´s.
Durante mis días acá y por cuestiones de presupuesto, preferí evitar el tour culinario y dedicarme a llenar almuerzos o cenas con cosas tan disímiles como bagles, muffins (muchos), sándwich y alguna que otra chatarrita, incluídos los infaltables hot dogs.
Pero el olor más característico que puede hallarse acá es el que emana del Subway (el Metro), una combinación de vapor con madera y ancianos rieles que genera esa fragancia que puede olerse en cada parte de la ciudad.
Algunos además traen sus olores propios que prefiero ni contar la experiencia del señor con turbante que era mi vecino en el ferry a Staten Island.

martes, octubre 02, 2007

New York City Boy


Es increíble. Creo que nunca había sentido tanta emoción al llegar a algún lugar que esto que siento al llegar a Nueva York. Aunque mis ojos no se nublaron mi corazón empezó a palpitar fuerte. Es tal cual como me imaginé mi llegada a este ciudad. Estoy en Nueva York, señores!!!!!!!!!!!

Leaving DC

Mi boca hierve a la temperatura del realmente caliente café con el que desayuno en el Reagan Airport. La mañana comenzó agitada considerando que por errores de terceros el vuelo que tenía previsto fuera a las 14.00 descubrí en una revisión al azar que era a las 10.45, lo que marcó un corte en mi agenda, considerando que a las 9.00 tenía una entrevista con Shifter y se supone que debía estar en el aeropuerto a las 9.45.
Raudo y veloz, hice check out temprano en el hotel y me dirigí al punto de encuentro (gracias a Dios era su oficina) y llegué antes de las 8.30. Mr Shifter aunque sorprendido fue receptivo en mi situación e iniciamos nuestro diálogo. Correr como desgraciado al hotel y tomar un taxi, con un camino menos mal que despejado.
Al llegar al Reagan descubro que el check in es digitalizado y que no tengo idea de lo que voy a hacer. Busco en mi ticket si hay algún número, no lo encuentro. Ruego por ayuda hasta que me doy cuenta que la reserva está en otra parte. Confirmo el asiento, presiono botones casi al azar intentando que salga el boarding pass. Finalmente lo tengo y corro adentro, no sin antes cometer la torpeza de meterlo en el bolso y luego debo detenerme descalzo mientras intento pasar por seguridad para responder donde está.
Llego, doy una vuelta y me dispongo a desayunar al fin. Estoy on time para mi vuelo a NYC.
Si me preguntan sobre DC diré que es una linda ciudad que se conoce en pocos días y que luego posiblemente te aburras de estar en ella.

lunes, octubre 01, 2007

Del incendio a la carne de búfalo


La primera parte de mi día "laboral" en Washington comenzó temprano. Interesado en poder asistir a una charla en la embajada venezolana a las 9.30, llegué a las oficinas de mi empresa, a pocas cuadras del hotel, a eso de las 7.30. Silencio en el firmamento, me atendió JOYCE o Stacey, como prefiera conocersele. Presentaciones habituales y escasas debido a que un incendio en alguna parte de la ciudad provocó el cierre de dos importantes arterias viales e impulsó el evidente colapso y ausencia laboral temprana. Me cuentan que el tráfico normalmente suele ser pesado en esta ciudad.
Ante la no llegada de Kieran, me dedico a hacer algunas llamadas para confirmar la corta agenda acá.
Al llegar a mi embajada natal sentí la sensación de estar en casa con ese inconfundible acento venezolano, todo en español y coloquial. Poco más e inició la conferencia que sin embargo por su extensión debí abandonar, además de no contar con la presencia del embajador.
Tras pelear con un teléfono público logró comunicarme con Pedro, uno de mis contactos, y me sugiere que nos encontremos a la 1pm para almorzar entre la 18th y el Dupont Circle.
Por primera vez comí una hamburguesa de carne de búfalo, que por cierto estaba buenaza, que fue aderezada por chismes y opiniones diversas.
Me soprende de Washington la cantidad de gente de la India y que junto a los asiáticos son de las tipologías más dominantes. Me dicen que NYC es mucho más diversa
Vuelvo a la oficina y comparto un café con Kieran, una de las personas que tiene mi más alto respeto en la compañía. Consejos y tips sobre el trabajo y el futuro. Excelente conversación.
Arreglo cosas para mi estancia en Nueva York, donde me quedaré en la misma cadena hotelera que acá: Club Quarters. Servicio silencioso y diligente (no es patrocinante del blog jejeje). De la embajada no supe más.
La tarde, y mi tobillo otra vez bien sensible, me traen al hotel tras una corta caminata.